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Desarrollando una defensa espiritual contra la influencia humana

“La hora de los pensadores ha llegado.” Así escribió Mary Baker Eddy en su libro sobre cristianismo y curación, Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras.

Anna Bowness-Park

Publicado: 2017-06-30

En todo el libro, Eddy desafía al lector a considerar la naturaleza del pensamiento. Ella pregunta: “¿Son los pensamientos divinos o humanos?” Y nosotros bien podríamos preguntar: “¿Y cómo saber la diferencia?” Eddy señala que el pensamiento humano es errado y a menudo obstaculiza el bien, o hace más mal que bien. Sus propias investigaciones y descubrimientos acerca de la naturaleza del pensamiento humano y la diferencia entre el cerebro humano y la Mente divina (Dios) siguen las enseñanzas de Jesús y luego las de Pablo, quien dijo: “Haya en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”.

Los estudios respecto al razonamiento humano han confirmado la naturaleza errática del pensamiento humano. No es ni por asomo tan reflexivo como nos gustaría creer. Por ejemplo, el reconocido sicólogo Daniel Kanheman demostró inequívocamente en sus estudios de la sicología del juicio y el razonamiento humanos que, efectivamente, la mente humana está llena de prejuicios internos de los que quizás no nos damos plenamente cuenta, y dejada a su propia merced puede ser irracional, poco confiable y fácilmente manipulable.

Tras leer recientemente su análisis, recordé un seminario al que asistí hace algunos años acerca de cómo educar a los niños con un sentido elevado de ética. La instructora no hablaba con nosotros de ideas utópicas respecto a cómo “ser amables”. El seminario presentó un profundo debate sobre cómo enseñar a nuestros hijos a ser perspicaces, a ser capaces de darse cuenta cuándo están siendo manipulados para que piensen de una forma que podría ser no ética, o perjudicial para su bienestar moral y físico.

La instructora ilustró este punto con una historia más bien graciosa acerca de sí misma, pero sin embargo, capaz de hacernos reflexionar. Por ser una profesional muy ocupada, a menudo se la pasaba de reunión en reunión, y en determinado momento se dio cuenta de que continuamente compraba la misma barra de chocolate en la pequeña tienda por la que pasaba todos los días. “¡Ahora no necesito una barra de chocolate diaria!”, afirmó, mientras reía al señalar su generosa figura. “¿Entonces, ¿qué era lo que sucedía”, se preguntó. Aquella tarde, al mirar las noticias en la televisión, se dio cuenta de cuál era el problema. Había un comercial que mostraba a una mujer de negocios corriendo entre reuniones y comiendo esa misma barra de chocolate en el camino. La instructora se dio cuenta de que inconscientemente se había identificado con la mujer del comercial. “Soy sicóloga y aun así fui manipulada”, dijo. “Yo no tomé la decisión de comer una barra de chocolate, sino que fui inducida a hacerlo.”

La ilustración es simple, pero plantea la pregunta: “¿Cómo podemos detectar cuando somos inducidos a creer o a actuar en función de algo que no es cierto respecto a nosotros mismos u otras personas?” A veces las decisiones que tomamos respecto a nuestras vidas pueden no originarse en nuestro pensamiento, sino en respuesta a influencias sociales o publicitarias. Vemos pruebas de esto todo el tiempo, pero ¿estamos alertas a ellas? ¿Cómo nos defendemos contra los juegos sicológicos que nos plantean los anunciantes y contra las sugestiones de familiares, amigos, colegas, y aun extraños? Estas influencias a menudo nos persuaden y nos presionan para que pensemos y actuemos de forma contraria a nuestros mejores intereses.

El seminario ciertamente me despertó y comencé a controlar lo que me estaba influyendo. No tuve que esperar mucho para encontrar una oportunidad de poner a prueba lo que había aprendido. Poco tiempo después, mis hijos estaban jugando con otros niños del vecindario mientras las madres mirábamos. De pronto comenzaron a hablar de los juguetes más populares. Las otras madres expresaron su temor y preocupación de que si no compraban los juguetes adecuados, sus hijos no tendrían amigos, pues todos querían jugar con los juguetes “de moda”. Mis hijos no tenían ninguno de los juguetes populares porque yo consideraba que no eran buenos para ellos. Me puse a pensar en este tema y empecé a preocuparme, y a sentir incluso la presión de ir a comprar algunos de esos juguetes para que mis hijos tuvieran amigos.

En ese punto comencé a orar. He aprendido a ver este diálogo divino como una maravillosa guía que nos permite considerar los problemas de la vida de una forma que no es influida por opiniones humanas.

La oración abre la puerta a esa conexión con Dios como la Mente divina. Siempre me ha dado una perspectiva nueva respecto a un problema y un cambio de pensamiento. En este caso, la declaración de Eddy respecto a la hora de los pensadores me provocó: ¿estaba yo realmente pensando?

Lo que me vino al pensamiento al escuchar lo que Dios sabía y me estaba diciendo ha permanecido conmigo para siempre. La amistad es la manera en que Dios nos dice que somos divinamente amados. No tiene nada que ver con los juguetes que tiene un niño ni con las posesiones de un adulto. La amistad saludable siempre refleja una profunda conexión espiritual, y en el caso de los niños quizás más que en ningún otro caso. Al confiar en esto, fui liberada de la presión de comprar juguetes que yo no sentía eran apropiados para nuestra familia. Mis hijos nunca carecieron de amigos, y de hecho, algunas de aquellas amistades tempranas han perdurado hasta el día de hoy. Lo mejor de todo es que aprendí una maravillosa lección respecto al discernimiento espiritual que me ayuda a ver más claramente cuándo estoy siendo influenciada por avisos publicitarios persuasivos o presiones de la sociedad.

Las barras de chocolate y los juguetes de los niños parecen problemas insignificantes a resolver a la luz del desafío mayor de los problemas del mundo: sanar enfermedades crónicas, poner fin a conflictos y guerras, o encontrar progreso económico sólido. Pero pienso que pueden enseñarnos a comunicarnos íntimamente con ese pensador Divino, que jamás es influenciado por opiniones humanas.

Anna Bowness-Park practica la Ciencia Cristiana profesionalmente y escribe sobre la relación entre la espiritualidad y la salud y cómo puede ayudarnos la oración. Es Comité de Publicación en Vancouver, Canadá. Twitter: @bownesspark

Artículo publicado originalmente en Vancouver Courier, @VanCourierNews


Escrito por

Carmen Olivas

Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana para Perú.


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