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Por qué los médicos deben ocuparse de la espiritualidad de sus pacientes

Harvey Chochinov se hace esta pregunta importante cada vez que conoce a un nuevo paciente: "¿Qué debo saber respecto a usted como persona para poder darle el mejor tratamiento posible?"

Por Eric Nelson

Publicado: 2017-02-18

Es una pregunta que todos los médicos deberían hacerse, dice Chochinov, autor de “Dignity Therapy” (“Terapia con dignidad”) y Director de la Unidad de Investigación de Cuidados Paliativos de Manitoba; una pregunta que Chochinov se ha dado cuenta ayuda al paciente y al médico por igual a conectarse con su espiritualidad innata, y, al hacerlo, promover una mejor salud. 

Aun cuando “espiritualidad” sea una palabra que el paciente no esté acostumbrado a usar o un asunto que el médico se muestre renuente a considerar, no por eso hace que sea menos relevante. Definida por la American Academy of Family Physicians (Academia Americana de Médicos de Cabecera) como “la forma de encontrar sentido, esperanza, consuelo y paz interior en la vida”, la espiritualidad es algo que nos incumbe a todos, y no puede —ni debe— pasarse por alto fácilmente.

La buena noticia es que, cada vez más, los médicos, los enfermeros y otros profesionales de la salud están comenzando a reconocer el papel único que tienen que desempeñar al tratar las complejidades de las vidas de sus pacientes, sus temores, y hasta su capacidad de mantener un sentido de conexión con lo divino durante tiempos de crisis. Aunque la satisfacción de dichas necesidades espirituales es desde hace mucho tiempo considerada como un asunto exclusivo de los capellanes y los clérigos, los estudios confirman que existen tanto la demanda como la oportunidad de que esta responsabilidad sea, en alguna medida, compartida por todos los involucrados en el cuidado diario de los pacientes.

Descubrí que esto es así hace muchos años cuando, siendo adolescente, estaba en la cama de un hospital recuperándome de varias heridas ocasionadas por un grave accidente: tenía las dos piernas y una mano quebradas, varias lesiones internas, y grandes cortes y contusiones en la cara. Sin embargo, el desafío más grande que tuve que enfrentar en ese momento fue si seguir adelante o no con lo que uno de mis médicos consideraba era la necesidad de una cirugía inmediata para reparar la pelvis destrozada.

Tras consultar a mis padres, pregunté si me podían conceder el resto de la tarde para pensar. Mi médico aceptó y dijo que de todas maneras vendría por la mañana a preparar la operación.

Aunque superficialmente esto podría parecer una conversación más bien irrelevante entre médico y paciente, lo que ninguno de los dos dijo fue tan importante como lo que dijo.

Durante las tres semanas anteriores, el personal del hospital que me había atendido había observado no solamente una rápida recuperación de lo que ellos consideraban como lesiones que cambiarían mi vida, y que hasta podrían poner en riesgo mi existencia, sino también una paciente y su familia que confiaban con todo corazón en la oración para lograr la curación. Y con buenos resultados.

Una vez, durante una operación para reparar lo que se había diagnosticado como hemorragia interna grave, los médicos no encontraron nada malo. Así lo expresó uno de los integrantes del equipo de cirujanos: “Alguien debió haber llegado allí antes que nosotros”. Además, en un tiempo relativamente corto, todas las marcas y cicatrices de mi rostro se habían sanado sin intervención médica.

Por eso, lo que mi médico no dijo cuando le pedí un tiempo antes de someterme a la cirugía recomendada, pero que sin duda alguna percibí, fue que él confiaba en mí para tomar la decisión que fuera más beneficiosa para mi salud.

A la mañana siguiente me realizaron un nuevo examen de rayos X que mostró una mejoría notable. En lugar de llevarme al quirófano, se hicieron preparativos para que yo culminara la recuperación en mi hogar.

No recuerdo que ese médico ni ningún otro integrante del personal del hospital me preguntara si había algo que debían saber acerca de mí como persona para poder atenderme mejor. Pienso que en este caso fue más que nada una intuición. Lo importante es que ambos respetaron y actuaron conforme a mis necesidades espirituales.

En definitiva, quisiera pensar que no sólo yo, sino todos los que cuidaron de mí se beneficiaron con esta experiencia, y que juntos ganamos respeto por lo que puede suceder cuando honramos la espiritualidad de la persona.

Eric Nelson escribe acerca de la relación entre la consciencia y la salud desde su perspectiva de practicista de la Ciencia Cristiana. Es Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana de California del Norte, USA. Twitter: @NorCalCS      Contacto en Perú: Peru@compub.org

Artículo publicado originalmente en Communities Digital News, @CommDigiNews


Escrito por

Carmen Olivas

Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana para Perú.


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